Todos mantenemos un diálogo interior. Es lo que nos decimos a nosotros mismos, y en ese diálogo podemos imaginar situaciones futuras excelentes o situaciones futuras malas, y también podemos culparnos, criticarnos o enorgullecernos por algo. El diálogo interior, en definitiva, puede ser positivo o negativo.

Nos hablamos y lo hacemos de forma continua: cuando vamos a hacer una actividad, cuando ya la estamos haciendo, después de hacerla. O podemos estar trabajando y, al mismo tiempo, ser capaces de pensar en un diálogo que tuvimos con una persona (respuestas que no se nos ocurrieron en el momento y que lamentamos no haber dado, por ejemplo) o en el que tendremos con otra gente en el futuro.

Un diálogo interior constructivo aumenta la autoestima y ayuda a fortalecer una actitud mental positiva. En cambio, un diálogo derrotista y resignado nos llevará a tener una actitud mental negativa.

El diálogo interior está formado, en su mayor parte, por pensamientos automáticos que son espontáneos y aparecen en la consciencia de forma involuntaria. Son la manifestación del contenido de los programas vinculados a los distintos roles, la expresión de lo que está programado en el cerebro y que constituye nuestra mente.

Por esta razón es muy importante detectarlos con la observación, porque al observar el contenido del diálogo interior, podemos gestionarlo y cambiarlo.

'No voy a lograrlo', 'Ese trabajo es muy difícil para mí', 'Nadie en la familia pudo terminar la universidad y yo tampoco voy a poder', 'A mí nunca me pasan cosas buenas', 'Otra persona lo va a hacer mejor que yo', son frases típicas asociadas a un diálogo interior negativo.

Entre todos los autodiálogos negativos, estos son los más frecuentes:

ANSIOSO: es un diálogo basado en la probabilidad de que aparezcan acontecimientos negativos futuros. Nos decimos que van a pasar cosas malas o imaginamos situaciones catastróficas. Nos preocupamos y nuestro organismo produce sustancias químicas relacionadas con emociones de ansiedad, angustia y estrés.

AUTOCRÍTICO: se caracteriza por el juzgamiento. Tenemos la costumbre de juzgarnos en todo momento y tendemos a valorar negativamente nuestros actos y los actos de los demás. Nuestro organismo segrega sustancias químicas relacionadas con las emociones de culpa, resentimiento y crítica excesiva y negativa.

DE VÍCTIMA: en este tipo de diálogo afirmamos que siempre nos van a pasar cosas malas y vamos a sufrir por ellas. Todo está en contra de nosotros, como si hubiera un boicot a escala planetaria, y nadie nos comprende ni entiende nuestro sufrimiento. El organismo genera las sustancias químicas de odio y de resentimiento.

PERFECCIONISTA: es un diálogo compuesto por frases de autovaloración negativa. Lo hicimos bien, pero podríamos haberlo hecho mejor. Este tipo de diálogo genera sustancias químicas de frustración y puede llevar a la depresión porque, como nada va a ser suficientemente bueno, perdemos la voluntad de hacer cosas y de evolucionar.

Si reconociste alguno de estos diálogos internos como pensamientos habituales, actuá para modificarlos. Observate, revisá tu diálogo interior y cambiá esos razonamientos por otros que sean positivos. Debe ser un diálogo dirigido a la realización del propósito. Son las conversaciones que existirían si tu deseo ya se hubiera cumplido.

Tenés que desarrollar la habilidad de imaginar las conversaciones que te gustaría mantener con tus seres queridos y la gente que te rodea: esos diálogos te van a permitir definir y asumir la identidad que querés tener en cada rol.

Una actitud mental positiva es indispensable para que logres tu meta.

Te sugerimos leer los artículos 'Paso 4: Programación pasiva contra el autoboicot' y 'Contemplación: reescribí tu guion mental'.