Todos tenemos sueños y deseos, y poder transformarlos en propósitos no solo es gratificante y nos da bienestar, sino que además es sinónimo de salud, de felicidad y de evolución. 

Para alcanzar los sueños es necesario estar motivado. ¿Podrías llevar a cabo un plan -especialmente, durante un tiempo prolongado- si la meta no trajera placer y bienestar a tu vida? Sería difícil. Si lo que hacés no te da placer, no podés progresar ni sostener tu proyecto en el tiempo. Simplemente, te sentirías frustrado e insatisfecho.  

Detrás de tu motivación, está el sistema de recompensa del cerebro que se activa ante la promesa de una gratificación. Progresás porque el sistema de recompensa del cerebro te impulsa a buscar lo que te da satisfacción. Por lo tanto, la motivación y el bienestar, y el placer asociado a eso, son también una parte sumamente importante en nuestra evolución como especie. 

Incluso, elegís hacer las cosas cotidianas porque te gustan y te dan placer, como encontrarte con amigos, ir al cine o al teatro, salir con tu pareja, preparar tu comida preferida o tener sexo. Todas estas elecciones están regidas por el sistema de recompensas cerebral, que es un circuito complejo e imprescindible para darle calidad y sentido a tu vida.

La función del sistema de recompensas es conducirte, a través de la motivación, para que hagas las cosas que tu cerebro considera oportunas. Para que ese sistema se active, tu conducta debe estar alineada con la información contenida en tus programas mentales, que son aquellos relacionados con tu identidad. A lo largo de tu vida, grabaste en tus programas mentales lo que sos, lo que no sos, tus preferencias, tus gustos, tus aprendizajes, tus límites y también tus prejuicios sobre el mundo que te rodea.

Por eso, el cerebro te motiva para que lleves adelante acciones muy simples e, incluso, arcaicas, transmitidas por la genética a través de la evolución, como buscar tener sexo para sentir placer, buscar agua fresca para calmar la sed, o al acercarte al fuego para calentarte cuando hace frío. Además, te motiva para que consigas gratificación en acciones simples de la vida actual como saborear un helado, escuchar música o ponerte tu perfume favorito. 

El sistema de recompensa cerebral no solo actúa para que realices estas acciones tan simples, sino que también te motiva para que asumas otros comportamientos mucho más complejos: cuando tu cerebro necesita reforzar conductas muy importantes para tu vida, libera un neurotransmisor llamado dopamina, cuya función, en ese caso, es motivarte para que cumplas con el plan preestablecido. 

El sistema de recompensa del cerebro fue descubierto en la década del 50 por los neurólogos James Olds y Peter Milner, y combina áreas con funciones diferentes -motivacionales, emocionales y motoras- realizadas por estructuras como el área tegmental ventral, el núcleo accumbens, la amígdala , el hipocampo y la corteza prefrontal, que son las que se activan para que te rías, tengas deseos sexuales y sientas miedo o ira.

A pesar de lo variadas que son esas funciones, tienen algo en común: un canal principal por el cual se libera dopamina y que se conoce como vía dopaminérgica mesolímbica.

Ya te había contado que la dopamina es un neurotransmisor cerebral que te da energía para que te enfoques en la solución de tus dificultades y te motiva para que consigas tus objetivos y seas competitivo, pero que también interviene cuando tu cuerpo se prepara para defenderse de una amenaza de agresión o de un peligro. La dopamina es una sustancia tan poderosa que, entre otras funciones, tiene la de generar en vos una sensación subjetiva de placer que te impulsa a repetir conductas que te gratificaron en el pasado. Por eso se habla de un sistema de recompensas: tu cerebro sabe que si hacés algo que vos considerás placentero, tu organismo va a producir y liberar dopamina, que te hará sentir bien, contento y satisfecho.

Es clave que entiendas que hay un componente subjetivo en el sistema de recompensa, no solo porque lo que te da placer a vos puede ser distinto de lo que otra persona considera placentero, sino que lo que te da placer puede no ser bueno ni para otros ni para vos mismo. Así como el sistema de recompensa cerebral te impulsa a cumplir proyectos admirables, también puede registrar como un objetivo placentero que consumas sustancias tóxicas que te generan adicción. 

El Método epep te ayuda a definir tus deseos y a entrenar la atención y la concentración, a desarrollar voluntariamente algunas de tus emociones, como el amor, la paz y la tranquilidad, que te van a ayudar a comprender cuáles son la cosas que, en realidad, te dan placer y que van a ayudarte a tomar mejores decisiones.  

Es muy importante que puedas analizar cuáles son tus objetivos, que puedas visualizarlos y que los transformes en propósitos que sean positivos para vos y para otros. Si entendés que tu deseo te traerá bienestar, tu sistema de recompensa se activará para impulsarte a concretar tus planes y eso te hará más feliz.